LOS REYES SABINOS

 

NUMA POMPILIO:

 

Como no se ponían de acuerdo en un sucesor, hubo un interregno y por espacio de un año gobernaron los senadores, escogidos  en grupos de diez (decenvirato) y cada uno de ellos durante cinco días ostentaba el gobierno de la ciudad. pero ante el peligro de agresiones externas y la agitación creciente del pueblo, se convino en nombrar un sucesor y recayó sobre un hombre cuya equidad y ponderación eran notorias. Se llamaba Numa Pompilio, sabino y  natural de la ciudad de Cures. No aceptó el cargo hasta que del cielo llegasen augurios o signos positivos por lo que fue conducido por un augur a la ciudadela del monte Capitolino. Una vez los auspicios que pedía se manifestaron, aceptó y fue declarado rey.

Numa fue retratado por los antiguos como el más justo y prudente de los hombres, erroneamente se le asigna como discípulo de Pitágoras de Samos que vivió ochenta años más tarde, ya que como hombre versado, la tradición quería mostrar rasgos que reflejasen la doctrina pitagórica.

Comprendió que en un estado militarista no podría instaurar los cimientos del derecho, las leyes, las buenas costumbres y la religión por lo que erigió el templo de Jano en una colina cercana (el Argileto) para anunciar la paz y la guerra. La tradición también nos confirma que para poder gobernar en la paz a un pueblo educado en el arte de la guerra pero temeroso de los dioses, para que el pueblo obedeciese y aceptase las leyes establecidas, se sacó de la manga que su inspiración provenía de los dioses que a través de la ninfa Egeria, le comunicaban lo que debía hacer en el bosque de las Camenas. Posteriores escritores nos explican que tomó ejemplo de los griegos, emulando la sabiduría del rey Minos de Creta que afirmaba ser discípulo del dios Zeus y visitaba frecuentemente el monte Dicteo, donde se decía que Zeus recién nacido había sido criado por los Curetes y regresaba del monte con leyes que decía habían sido elaboradas por el propio Zeus y de Licurgo de Esparta, que explicaba a sus congéneres que las leyes establecidas eran instruídas por Apolo en sus visitas a Delfos.

Sea como sea, la tradición nos muestra a un rey que llevó a cabo tratados de alianza con los pueblos vecinos para, posteriormente y sin temor a posibles guerras, establecer leyes político-religiosas que mejoraran la calidad del pueblo romano.

Instituyó la división del año en doce meses, intercalando dos meses a los diez existentes, uno de ellos de origen etrusco (abril:aprilis, apru) y en ellos señaló los días fasti y nefasti, por los cuales se debía restringir la actividad pública en estos últimos (nefastos) y amplió la institución sacerdotal creando un flamen o sacerdote permanente de Júpiter, realzando este cargo con una vestimenta especial y una silla curul similar a la del rey y añadió otros dos flamines, uno para Marte y otro para Quirino dado que conforme la ciudad crecía y el papel sacerdotal del rey se iba complicando con tareas gubernativas, era necesario delegar funciones en estos flamines que pasaron a ser en total quince sacerdotes. Para el culto a Vesta, divinidad antigua (ver numen, numina) de naturaleza incorpórea, sin rostro, sexo, imagen ni mitología, heredada de la ciudad de Alba Longa y cuyo templo en Roma, de forma circular, estaba situado en el foro representando el hogar del estado en el que perennemente ardía el fuego sagrado cuidado por cuatro vírgenes vestales, aumentó a seis el número de vestales escogidas entre el patriciado. Debían se escogidas como vírgenes patricias y con edades comprendidas entre los seis y diez años, hacían voto de castidad y servían a la diosa durante unos treinta años, quedando entonces libres e integrándose en la sociedad.

Eligió doce salios en honor de Marte Gradivo, dándoles como distintivo una túnica bordada y sobre ésta, una coraza de bronce y llevar los ancilia (ver Dionisio de Halicarnaso en pag. 241 cap 71) o escudos caídos del cielo para celebrar las fiestas al dios de la guerra con cantos y danzas armadas.

Reguló las ceremonias religiosas y funciones de los cuatro pontífices como guardianes del culto romano, de los flamines como ministros de los dioses mayores, de los augures como intérpretes de la voluntad divina, de los feciales que prevenían las guerras y de los salios como guardianes del ancile y dejó escritos con descripciones pormenorizadas de todos los cultos religiosos, cómo se debían realizar, qué clase de ritos realizar, fechas de realización, templos en los que celebrar los sacrificios, en fin todo el ceremonial religioso para que los futuros sacerdotes no tuvieran ningún problema. Fue enterrado junto a estos libros, que encontrados posteriormente en época republicana (181 a.c.) y en los que la religión griega había sustituído a la antigua romana, fueron quemados por orden del Senado al considerárselos peligrosos.

Aparte de estos hechos, la tradición no nos ofrece más datos de este reinado que duró cuarenta y tres años. A la muerte de Numa, dicen que la diosa Diana transformó a la ninfa Egeria en fuente en el bosque de las Camenas, y desde entonces las vírgenes vestales iban a recoger el agua sagrada a este manantial.

 

TULO HOSTILIO:

 

Tras este rey piadoso y pacífico se produjo un nuevo interregno y le sucede el belicoso Tulo Hostilio, del que solo se puede precisar la toma y destrucción de Alba Longa, el resto es la tradición que nos han legado los autores antiguos. Era nieto de un latino de Medulia, de nombre Hostio Hostilio y que había combatido junto a Rómulo y contra los sabinos al pie de la ciudadela tal como hemos comentado en el episodio del rapto de las sabinas. Se unían en él la juventud y la fuerza y convencido que Roma necesitaba nueva savia, buscó motivos para que Roma entrase en nuevas guerras y con ocasión de un saqueo de tierras albanas por parte de unos campesinos romanos y la respuesta de otros campesinos albanos que hicieron lo propio en territorio romano, se enviaron legados simultaneamente por parte de Tulo Hostilio y por parte de Gayo Cluilio que doninaba la ciudad de Alba Longa. Tulo preveía la negativa de Alba Longa a sus pretensiones y por ello envió a sus legados con mucha rapidez a fin de ser el primero en hacer la reclamación y pedir reparaciones. Efectivamente los albanos se negaron y mientras tanto, los legados albanos en Roma eran tratados como huéspedes y recibiendo honores pero sin ser recibidos por el rey Tulo Hostilio. Cuando el rey tuvo noticias de la negativa albana a la petición de reparación por parte de sus legados, accede a recibir a la delegación albana indicándoles que el rey de Roma ponía por testigo a los dioses sobre qué pueblo ha sido el primero en despedir a los legados haciendo caso omiso a sus reclamaciones y que recaiga sobre este pueblo los desastres de la guerra.

Comienza aquí una de las leyendas más brillantes relatada por Tito Livio y que los grandes eruditos del latín nos indican la belleza y brillantez de la narración en latín. Lástima que sea traducida (yo no podría) pero al final de este capítulo lo copio en latín tal como Tito Livio lo escribió.

 

 

LOS HORACIOS Y LOS CURIACIOS:

 

Se prepara la guerra civil y Metio Fufecio, nombrado dictador de Alba Longa tras la muerte de Cluilio, toma la delantera acampando con su ejército a cinco millas de Roma y Tulo Hostilio sale de Roma con sus hombres para hacerles frente. Rebasando el campamento albano y maniobrando, coloca a su ejército entre éste y su ciudad por lo que Metio saca a sus hombres del campamento. Piden los albanos parlamentar y ambos mandos se citan y Metio Fufecio indica lo que podría ocurrir si ambos ejércitos hermanos se destruyen y el poderío etrusco que les rodea aprovecha la oportunidad y por ello sería mejor dirimir la situación sin que corra la sangre. Se decide resolver la situación enfrentando no a los ejércitos, sino eligiendo a buenos luchadores por ambas partes y que los dioses decidan.

En ambos bandos servían tres hermanos gemelos, los tres Horacios por parte romana y los tres Curiacios por la albana y Tulo Hostilio y Metio Fufecio plantean a éstos la lucha entre ellos combatiendo por su patria y la supremacía del pueblo por el que se decante la victoria. Sin objeciones por ambas partes, se acuerda el lugar y la hora del combate y se procede el tratado o acuerdo entre  feciales romanos y albanos.

Este es el convenio más antiguo del que se tiene noticias y que Tito Livio nos refiere: el fecial ( perteneciente a una institución común a otros pueblos itálicos y constituído por un colegio de veinte miembros e intervenían en la formalización de tratados, presentacion de reclamaciones y en las declaraciones formales de guerra. Dos de estos feciales tenían una función específica: el pater patratus que llevaba el cetro para los juramentos y el pedernal, y el uerbenarius que traía la hierba sagrada de la ciudadela) interviene en la formalización del tratado junto al fecial albano.

Concluído el tratado, tal como se ha acordado, los seis gemelos empuñan sus armas y los dos ejércitos toman asiento delante de sus respectivos campamentos para ver el combate. Dada la señal, los seis soldados se lanzan con las espadas en una lucha sin cuartel y poco a poco los golpes de espada no son ya inciertos y muchas las heridas de los combatientes. De los tres hermanos romanos, dos caen muertos y el ejército albano estalla de alegría y los romanos fijan desesperados los ojos en el último Horacio, acorralado por los tres Curiacios; pero los tres están heridos mientras que el romano permanece idemne.

Demasiado débil contra tres enemigos a la vez, pero temible para cada uno de ellos por separado, el último Horacio emprende la fuga, persuadido de que cada Curiacio le perseguiría según la fuerza que le quedara. Cuando se hubo alejado lo suficiente, ve que sus adversarios le persiguen a distancias desiguales  y sólo uno le seguía de cerca. Se vuelve y cae sobre él con ímpetu y coraje mientras los albanos llaman a los dos Curiacios en ayuda de su hermano. Horacio, ya vencedor de éste, corre a un segundo combate y un grito de inesperada alegría sale del corazón del ejército romano, el guerrero se anima con los gritos de su pueblo, precipita el encuentro y sin dar tiempo al último Curiacio para llegar en ayuda del segundo, lo remata.

No eran ya más que dos, pero no tienen la misma confianza ni la misma fuerza. Horacio estaba incólume y orgulloso de su doble triunfo y seguro del tercero, el otro, abatido por la sangre que había perdido, por la fatiga del combate y de su carrera, y desalentado por la muerte de sus dos hermanos, apenas puede arrastrarse. Ni siquiera hubo lucha, el romano vencedor, henchido de alegría, exclama: Acabo de inmolar dos de estos hermanos a los manes de los míos, éste es para que Roma mande a los albanos que yo lo sacrifique. El Curiacio apenas se sostiene y Horacio hunde su espada en la garganta del albano y todo el ejército romano rodea al vencedor, glorificándolo con júbilo, tanto mayor cuanto más habían temido.

Cada uno de los pueblos se ocupó entonces en enterrar a sus muertos pero con sentimientos muy diferentes, el uno conquistaba el imperio, el otro pasaba a la dominación extranjera. Todavía se ven los sepulcros de estos grandes guerreros en el mismo punto en que cayera cada uno, los dos romanos juntos y más cerca de Alba Longa y los tres albanos , del lado de Roma y a alguna distancia unos de otros, según habían combatido (todo esto está escrito por Livio).

Entonces, por los términos del tratado, Mecio Fufecio preguntó a Tulo Hostilio qué mandaba: Que tengas a la juventud albana sobre las armas, que yo la emplearé contra los veyenses si les declaro la guerra, contestó el rey.

Los dos ejércitos se retiran cada cual a su ciudad, y cargado Horacio con sus triples trofeos, iba a la cabeza de las legiones, cuando cerca de la puerta Capena encuentra a su hermana Horacia, que estaba prometida a uno de los Curiacios. Reconoce la novia en hombros de su hermano el manto guerrero de su amante que ella misma había tejido y soltándose el pelo, prorrumpe en sollozos llamando con voz ahogada por el llanto a su novio. Horacio, indignado de ver las lágrimas de su hermana, que así desdeñaba sus trofeos, la muerte de sus dos hermanos y la alegría de Roma, saca su espada y traspasa con ella a su hermana a la vez que la llena de imprecaciones: ¡Ve allá con tu loco amor a reunirte con tu prometido, ya que por él , olvidas a tus hermanos muertos, al único que queda y aún a tu patria. Así perezca toda romana que se atreva a llorar la muerte de un enemigo!.

Esta inmolación causó en el Senado y en el pueblo la más profunda emoción, bien que la gloriosa hazaña de Horacio disminuyera el horror

de su fiereza. Éste es conducido ante el rey para que hiciera justicia y temiendo Tulo hacerse responsable de un juicio cuyo rigor sublevaría a la multitud, reune al pueblo y le dice: Nombro, conforme a la ley, duunviros para que juzguen la causa de Horacio por alta traición.

La ley tenía una fórmula ritual espeluznante: Los duunviros juzgarían el delito de alta traición; si el reo apela al pueblo, se abrirá un debate sobre la apelación; si la sentencia de los duunviros es confirmada por el pueblo, se le tapará la cabeza, se le colgará con una cuerda del árbol que no produce fruto, se le azotará dentro o fuera del pomerium.

De acuerdo a la ley se nombraron los duunviros y tras el juicio fue declarado culpable pero en ese momento, el padre de Horacio, por consejo del rey Tulo, apeló al pueblo abriéndose el debate sobre esta apelación. Los asistentes al juicio se commovieron cuando Pubio Horacio padre declaró que él justificaba la muerte de su hija y que habría castigado a su hijo en virtud de su derecho de padre. Suplicaba a continuación que no le privasen por completo de hijos y abrazando a su hijo y mostrando con orgullo los despojos de los Curiacios, terminó diciendo: A éste, a quien hace poco habéis visto marchando con las insignias y las ovaciones de la victoria, ¿sois capaces, romanos, de verlo con la horca al cuello, atado, azotado y torturado? ¡Lictor, anda y ata las manos que hace poco dieron el dominio al pueblo romano, cubre la cabeza del libertador de nuestra ciudad y cuélgalo del árbol que no da fruto, azótalo cerca de sus trofeos en el pomerium o fuera de éste, cerca de las tumbas de los Curiacios! pues ¿a dónde podéis llevar a este joven donde su gloria no lo exima de un suplicio tan vergonzoso?.

No pudo el pueblo resistir las lágrimas del padre ni el valor del hijo y lo absolvieron, no obstante a fin de que el crimen fuese purgado con sacrificios, se ordenó al padre que purificase a su hijo y se realizasen sacrificios expiatorios que en adelante, constituyeron una tradición de la familia de los Horacio (gens Horacia). Tras los sacrificios expiatorios, el anciano padre atravesó en medio de la calzada un tronco e hizo pasar a su hijo por debajo como si fuera un yugo ya que así se creía que el culpable dejaba tras de sí la mancha que lo convertía en tal.

En tiempos de Augusto existía todavía este tronco al que se llamaba “el tronco de la hermana” así como la fosa Cluilia, fosa en el campo donde se atrincheró el rey de Alba Cluilio, en la guerra contra Tulo Hostilio, muriendo en este foso y siendo substituído por el dictador Mecio Fufecio, y durante varios siglos subsistieron testimonios sobre los sepulcros de los Horacios y los sacrificios expiatorios de esta familia. Todo esto nos obliga a admitir, obviando la narración épica y la poesía popular, que existen hechos verdaderos en el fondo.

TEXTO EN LATÍN de Tito Livio Libro I, 24-26

[24] Forte in duobus tum exercitibus erant trigemini fratres, nec aetate nec viribus dispares. Horatios Curiatiosque fuisse satis constat, nec ferme res antiqua alia est nobilior; tamen in re tam clara nominum error manet, utrius populi Horatii, utrius Curiatii fuerint. Auctores utroque trahunt; plures tamen invenio qui Romanos Horatios vocent; hos ut sequar inclinat animus. Cum trigeminis agunt reges ut pro sua quisque patria dimicent ferro; ibi imperium fore unde victoria fuerit. Nihil recusatur; tempus et locus convenit. Priusquam dimicarent foedus ictum inter Romanos et Albanos est his legibus ut cuiusque populi ciues eo certamine vicissent, is alteri populo cum bona pace imperitaret. Foedera alia aliis legibus, ceterum eodem modo omnia fiunt. Tum ita factum accepimus, nec ullius vetustior foederis memoria est. Fetialis regem Tullum ita rogavit: "Iubesne me, rex, cum patre patrato populi Albani foedus ferire?" Iubente rege, "Sagmina" inquit "te, rex, posco." Rex ait: "Pura tollito." Fetialis ex arce graminis herbam puram attulit. Postea regem ita rogavit: "Rex, facisne me tu regium nuntium populi Romani Quiritium, uasa comitesque meos?" Rex respondit: "Quod sine fraude mea populique Romani Quiritium fiat, facio." Fetialis erat M. Valerius; is patrem patratum Sp. Fusium fecit, verbena caput capillosque tangens. Pater patratus ad ius iurandum patrandum, id est, sanciendum fit foedus; multisque id verbis, quae longo effata carmine non operae est referre, peragit. Legibus deinde, recitatis, "Audi" inquit, "Iuppiter; audi, pater patrate populi Albani; audi tu, populus Albanus. Vt illa palam prima postrema ex illis tabulis ceraue recitata sunt sine dolo malo, utique ea hic hodie rectissime intellecta sunt, illis legibus populus Romanus prior non deficiet. Si prior defexit publico consilio dolo malo, tum ille Diespiter populum Romanum sic ferito ut ego hunc porcum hic hodie feriam; tantoque magis ferito quanto magis potes pollesque." Id ubi dixit porcum saxo silice percussit. Sua item carmina Albani suumque ius iurandum per suum dictatorem suosque sacerdotes peregerunt.

[25] Foedere icto trigemini, sicut conuenerat, arma capiunt. Cum sui utrosque adhortarentur, deos patrios, patriam ac parentes, quidquid civium domi, quidquid in exercitu sit, illorum tunc arma, illorum intueri manus, feroces et suopte ingenio et pleni adhortantium vocibus in medium inter duas acies procedunt. Consederant utrimque pro castris duo exercitus, periculi magis praesentis quam curae expertes; quippe imperium agebatur in tam paucorum virtute atque fortuna positum. Itaque ergo erecti suspensique in minime gratum spectaculum animo incenduntur. Datur signum infestisque armis velut acies terni iuvenes magnorum exercituum animos gerentes concurrunt. Nec his nec illis periculum suum, publicum imperium seruitiumque obuersatur animo futuraque ea deinde patriae fortuna quam ipsi fecissent. Vt primo statim concursu increpuere arma micantesque fulsere gladii, horror ingens spectantes perstringit et neutro inclinata spe torpebat vox spiritusque. Consertis deinde manibus cum iam non motus tantum corporum agitatioque anceps telorum armorumque sed volnera quoque et sanguis spectaculo essent, duo Romani super alium alius, volneratis tribus Albanis, exspirantes corruerunt. Ad quorum casum cum conclamasset gaudio Albanus exercitus, Romanas legiones iam spes tota, nondum tamen cura deseruerat, exanimes vice unius quem tres Curiatii circumsteterant. Forte is integer fuit, ut universis solus nequaquam par, sic adversus singulos ferox. Ergo ut segregaret pugnam eorum capessit fugam, ita ratus secuturos ut quemque volnere adfectum corpus sineret. Iam aliquantum spatii ex eo loco ubi pugnatum est aufugerat, cum respiciens videt magnis interuallis sequentes, unum haud procul ab sese abesse. In eum magno impetu rediit; et dum Albanus exercitus inclamat Curiatiis uti opem ferant fratri, iam Horatius caeso hoste victor secundam pugnam petebat. Tunc clamore qualis ex insperato fauentium solet Romani adiuuant militem suum; et ille defungi proelio festinat. Prius itaque quam alter—nec procul aberat—consequi posset, et alterum Curiatium conficit; iamque aequato Marte singuli supererant, sed nec spe nec viribus pares. Alterum intactum ferro corpus et geminata victoria ferocem in certamen tertium dabat: alter fessum volnere, fessum cursu trahens corpus victusque fratrum ante se strage victori obicitur hosti. Nec illud proelium fuit. Romanus exsultans "Duos" inquit, "fratrum manibus dedi; tertium causae belli huiusce, ut Romanus Albano imperet, dabo." Male sustinenti arma gladium superne iugulo defigit, iacentem spoliat. Romani ouantes ac gratulantes Horatium accipiunt, eo maiore cum gaudio, quo prope metum res fuerat. Ad sepulturam inde suorum nequaquam paribus animis vertuntur, quippe imperio alteri aucti, alteri dicionis alienae facti. Sepulcra exstant quo quisque loco cecidit, duo Romana uno loco propius Albam, tria Albana Romam versus sed distantia locis ut et pugnatum est.

[26] Priusquam inde digrederentur, roganti Mettio ex foedere icto quid imperaret, imperat Tullus uti iuventutem in armis habeat: usurum se eorum opera si bellum cum Veientibus foret. Ita exercitus inde domos abducti. Princeps Horatius ibat, trigemina spolia prae se gerens; cui soror virgo, quae desponsa, uni ex Curiatiis fuerat, obuia ante portam Capenam fuit, cognitoque super umeros fratris paludamento sponsi quod ipsa confecerat, soluit crines et flebiliter nomine sponsum mortuum appellat. movet feroci iuveni animum comploratio sororis in victoria sua tantoque gaudio publico. Stricto itaque gladio simul verbis increpans transfigit puellam. "Abi hinc cum immaturo amore ad sponsum," inquit, "oblita fratrum mortuorum uiuique, oblita patriae. Sic eat quaecumque Romana lugebit hostem." Atrox visum id facinus patribus plebique, sed recens meritum facto obstabat. Tamen raptus in ius ad regem. Rex ne ipse tam tristis ingratique ad volgus iudicii ac secundum iudicium supplicii auctor esset, concilio populi advocato "Duumuiros" inquit, "qui Horatio perduellionem iudicent, secundum legem facio." Lex horrendi carminis erat: "Duumuiri perduellionem iudicent; si a duumuiris provocarit, provocatione certato; si uincent, caput obnubito; infelici arbori reste suspendito; verberato vel intra pomerium vel extra pomerium." Hac lege duumuiri creati, qui se absoluere non rebantur ea lege ne innoxium quidem posse, cum condemnassent, tum alter ex iis "Publi Horati, tibi perduellionem iudico" inquit. "I, lictor, colliga manus." Accesserat lictor iniciebatque laqueum. Tum Horatius auctore Tullo, clemente legis interprete, "Provoco" inquit. Itaque provocatione certatum ad populum est. Moti homines sunt in eo iudicio maxime P. Horatio patre proclamante se filiam iure caesam iudicare; ni ita esset, patrio iure in filium animaduersurum fuisse. Orabat deinde ne se quem paulo ante cum egregia stirpe conspexissent orbum liberis facerent. Inter haec senex iuvenem amplexus, spolia Curiatiorum fixa eo loco qui nunc Pila Horatia appellatur ostentans, "Huncine" aiebat, "quem modo decoratum ouantemque victoria incedentem vidistis, Quirites, eum sub furca vinctum inter verbera et cruciatus videre potestis? quod vix Albanorum oculi tam deforme spectaculum ferre possent. I, lictor, colliga manus, quae paulo ante armatae imperium populo Romano pepererunt. I, caput obnube liberatoris urbis huius; arbore infelici suspende; verbera vel intra pomerium, modo inter illa pila et spolia hostium, vel extra pomerium, modo inter sepulcra Curiatiorum; quo enim ducere hunc iuvenem potestis ubi non sua decora eum a tanta foeditate supplicii vindicent?" Non tulit populus nec patris lacrimas nec ipsius parem in omni periculo animum, absolueruntque admiratione magis virtutis quam iure causae. Itaque ut caedes manifesta aliquo tamen piaculo lueretur, imperatum patri ut filium expiaret pecunia publica. Is quibusdam piacularibus sacrificiis factis quae deinde genti Horatiae tradita sunt, transmisso per viam tigillo, capite adoperto velut sub iugum misit iuvenem. Id hodie quoque publice semper refectum manet; sororium tigillum. Vocant. Horatiae sepulcrum, quo loco corruerat icta, constructum est saxo quadrato.

 

Tras este episodio, con la ciudad de Alba Longa sometida a la autoridad romana, tiene lugar, y siempre según la tradición (no probada en realidad), la toma de la colonia romana de Fidenae, situada unos kilómetros al noreste de Roma por parte de la vecina ciudad etrusca de Veii.

Tulo Hostilio marcha con su ejército para liberar esta colonia, importantísima para controlar la vía Salaria, y llama a los ejércitos de Alba Longa para que se incorporen a la lucha. Metio Fufecio y sus hombres cuando comienza la batalla se repliegan a un monte cercano y no entran en la lucha esperando la resolución de la batalla, el rey Tulo invoca a La Palidez y al Terror prometiendo un templo si crean el espanto en el ejército enemigo y haciendo creer a su ejército que los albanos están realizando un movimiento envolvente consigue la victoria. Entonces Metio Fufecio baja a felicitar al rey Tulo. Éste ya vencedor le responde : Tu corazón se ha dividido entre mí y mis enemigos. Así se hará con tu cuerpo. Y atándolo a dos carros que partieron en direcciones contrarias lo ejecuta. Después fue destruida la ciudad de Alba y su pueblo trasladado a Roma estableciéndolo en el Celio y admitidos en el Senado sus patricios (entre ellos la familia Julia de la que descendía Julio Cesar) y sus familias ricas entre sus caballeros. Como recinto sagrado para éstos edificó en Roma en el foro la curia Hostilia.

También combatió con éxito a los sabinos y puso cerco a la ciudad de Veii pero descuidaba el trato a los dioses tal como indican los autores clásicos y la cólera de éstos se cernieron sobre Roma con la lluvia de piedras en las cercanías y bajo la forma de una epidemia que incluso contagió al rey. Este rey dicen que tuvo un final trágico y misterioso como el atribuído a Rómulo, aunque otras narraciones indican que murió a manos del siguiente rey Anco Marcio, pero comentamos la primero al ser mucho más poética. Como creía haber encontrado en los libros religiosos de Numa Pompilio un medio de expiación y el secreto de obligar al dios Júpiter Elicio a realizar revelaciones, en una de estas pruebas atrajo hacia él un rayo muriendo y produciéndose el incendio de su palacio en el Celio. Los futuros sacerdotes de Jupiter Elicio se atribuían el poder de de hacer bajar el rayo, como indica Plinio en su Historia Natural, e imaginamos que el inventor americano Franklin leyó algo de esto antes de crear el pararayos.

Tras la muerte del rey toda la ciudad volvió a las prácticas religiosas abandonadas tras la muerte del anterior rey tal como nos indica Tito Livio: Aquel que hasta entonces había tenido como indigno de un rey ocuparse en las tareas religiosas, vino a ser víctima de todas las supersticiones y llenó la ciudad de escrúpulos y prácticas religiosas.

 

ANCO MARCIO:

 

Tras la muerte de Tulo Hostilio, el poder pasó de nuevo a los senadores durante un año (interegno) y se convocó comicios en los que resultó elegido Anco Marcio, nieto de Numa Pompilio por parte materna. Este nuevo reinado de veinticuatro años no tuvo el carácter poético de los anteriores pero resumiendo su reinado realizó varias obras restableciendo la religión, mejoras en agricultura e hizo escribir en tablas las leyes que regulaban las ceremonias. En cuanto a la paz, no pudo como Numa Pompilio disfrutar de la paz ya que los latinos rompieron la alianza establecida con Tulo Hostilio y por ello, en su reinado, las puertas del templo a Jano Bifronte tuvieron que estar abiertas. Fijó las formalidades de declaración de guerra, asentó en el Aventino a los sabinos vencidos de las ciudades de Politorio, posiblemente situada entre Roma y Ostia, Telenas, Ficana y Medulia y tras fortificar la zona al otro lado del río (Janículo) y construyendo el primer puente de madera (Pons Sublicius) a fin de poder destruirlo en caso de invasión, fundó la colonia de Ostia en la desembocadura del río Tíber a fin de controlar las salinas existentes en la zona, para prevenir los delitos de la ciudad que crecían ante el aumento de población excavó a los pies del Palatino la famosa cárcel llamada posteriormente carcer Mamertina y Tullianum y en su reinado, una familia  procedente de la ciudad etrusca de Tarquinia, se instaló en Roma y el pater familias adoptó el nombre de Lucio Tarquinio colaborando con el rey Anco Marcio y que posteriormente dio origen a la monarquía de Roma llamada etrusca.

 

Relatamos a continuación el reinado de Anco Marcio a través de los comentarios aportados por los antiguos en los que se nos indica que nada más llegó al poder y sabiendo que había fallado la práctica religiosa y por ello consideró su primer deber restablecer los cultos públicos y que se celebrasen según las normas que su abuelo Numa había instituído. Para ello encargó al pontífice ( la palabra pontifex proviene de pons y facere ya que una de las tareas iniciales de éstos era la reparación del puente Sublicio según deseaban los dioses) la copia de todos los comentarios del rey en tablas y exponerlas en el foro a la vista del público.

Los latinos que habían pactado un tratado con el anterior rey Tulo y pensando que este nuevo rey se dedicaría más a la religión que a la guerra, realizaron incursiones en territorio romano y Anco Marcio resultó ser un rey híbrido entre el Numa religioso y el Rómulo guerrero. Decidió fijar también las pautas a seguir en tiempos de guerra siguiendo unos ritos que a partir de entonces se convirtieron en tradición, siguiendo los ceremoniales que utilizaba el pueblo ecuo con la presentación de reclamaciones ante el pueblo agresor por parte de los feciales y si el Senado decidía ir a la guerra, arrojar una lanza o jabalina a territorio enemigo (posteriormente la tradición de arrojar la lanza se realizaba en una zona de Roma cerca del campo de Marte y fuera del pomerium considerado terreno extranjero) y así, una vez declarada la guerra a los sabinos, se puso en marcha con sus tropas y tomó por asalto la ciudad latina de Politorio enviando a sus ciudadanos a Roma y asentándolos en el Aventino. Unos meses más tarde, tras la toma de Telenas y Ficana, nuevos ciudadanos se incorporaron al Aventino y la guerra se centró en la ciudad de Medulia durante meses hasta que ésta cayó y sus habitantes incorporados a la ciudadanía romana en el valle situado entre el monte Aventino y Palatino.

Para evitar que el enemigo pudiera algún día tomar posición ventajosa en el Janículo, al otro lado del Tíber, el rey mandó construir el puente Sublicio para facilitar el acceso a esta zona y construyó defensas y murallas y como el dominio de la ciudad etrusca de Veyes sobre la parte derecha del río hasta la costa había acabado, fundó la ciudad de Ostia en la desembocadura del Tíber, para dominar la zona y preservar el negocio de las salinas que existían cerca de Ostia.