FUNDACION DE ROMA:

 

AB URBE CONDITA (a.u.c.) Desde la condición de ciudad

 

Tito Livio nos legó una historia de la ciudad de Roma  que tituló AB URBE CONDITA a.u.c. que significa “desde la fundación de la ciudad” y que ha quedado fechada por la tradición en el año 753 a.c. y para los romanos este fue el año 1 a.u.c.

De las varias hipótesis sobre la fundación de Roma, una como colonia de la ciudad sabina de Alba Longa ( la más importante ciudad de la zona), la unión de varias aldeas o tribus diferentes (ramnes o latinos, ticios o sabinos y lúceres, de éstos últimos no existe la seguridad de que fueran etruscos) en tres colinas que se unirían posteriormente para formar la ciudad, o como colonia etrusca a fin de establecer el comercio en la zona. La mayoría de los expertos se decantan por la unión de varias aldeas. La hipótesis etrusca sostiene que los etruscos preferían fundar sus ciudades en el interior para evitar posibles ataques de los piratas, el río era navegable y fácilmente defendible  y la desembocadura del Tíber era una posición única en esa zona. Se sabe que “río que fecunda“ en etrusco es rumon y el árbol en el que fue depositada la cesta con los gemelos Rómulo y Remo se denominaba ficus Ruminalis (Ruma o Rumis tiene el significado de mama) por lo que Roma, Rómulo y Remo  pueden provenir de este vocablo como indican Varrón en Re rustica II I,20 y Filarg. In Virg. Ecl.I,20.

Ficus ruminalis: Higuera

Por los restos arqueológicos encontrados en las varias colinas tiberinas, existían pequeñas aldeas formadas por grupos de latinos y sabinos que atraídos  por el comercio se instalaron en dichas colinas de la zona y más tarde se unieron para formar una sola ciudad. La división administrativa de la antigua Roma nos indica que ésta provino de la fusión de tres grupos o tribus independientes en su origen, etruscos, latinos y sabinos (la división en ramnes, ticios y lúceres como hemos indicado antes) cada una de las cuales se asentó en una de las colinas . El hecho de establecerse juntos en la misma zona no implicó inicialmente sinecismo y cada grupo siguió siendo dueña en su propio terreno. Esta triple división por tercios (tribuere, tribus) en tres colinas diferentes, al cabo de los años de contacto íntimo entre tribus, produjo la unión en la que cada parte aportaba su representación en el ejército, en el Consejo de ancianos (senado) y en los cultos religiosos.

La constitución física de la zona era menos sana y fértil que la de las demás ciudades del Lacio, con zonas pantanosas y sin posibilidades de que prosperara el cultivo de la viña, el olivo y la higuera y con fuentes de agua pobres e insalubres y expuesta a continuas inundaciones del río que, engrosado por los torrentes, no tenía una corriente rápida hacia el mar y refluía a los valles y las depresiones del terreno entre las siete colinas. Esta región no ofrecía, por sí misma, atractivo alguno al emigrante, que debía buscar su alojamiento en las zonas altas de las colinas donde el aire era más puro y las inundaciones y sus posteriores estragos epidémicos se minimizaban.

¿ Cómo pudo desarrollarse la ciudad en estas circunstancias? Si nos fijamos en los límites primitivos del territorio romano, nos encontramos con las ciudades de Anteme, Fidenes, Coenina, Collatia y Gabia al este a no más de 10 kilómetros por lo que el territorio romano no podía pasar de la fosa Cluiliana (a ocho kilómetros) y las ciudades de Alba Longa y Tusculum a veinte kilómetros. Solo la ribera izquierda hasta el mar quedaba libre y en época del rey Anco Marcio, la ribera derecha fue fortificada (en el monte Janículo) como cabeza de puente y por consiguiente los campos inmediatos de esta orilla derecha, pertenecieron desde esta época a Roma El Janículo formó desde un principio parte de la ciudad y Ostia fue su colonia o arrabal. El Tíber era para el Lacio el camino natural del comercio, su desembocadura, en una costa sin puertos, ofrecía al navegante un abrigo único en la zona y necesario en las expediciones ya que se necesitaba un punto de escala para el tráfico marítimo y una ciudadela para asegurar a los latinos una buena defensa contra los pueblos establecidos al Norte. Roma reunía a la vez las ventajas de una fuerte posición y de la proximidad al río, dominaba ambas orillas hasta la desembocadura y ofrecía a los barqueros que bajaban por el Tíber o el Anio o a los barcos que huían de los piratas en el mar, una escala  y refugio seguros.

Roma debió su precoz y rápida importancia a circunstancias enteramente comerciales y estratégicas y se convirtió en el mercado del Lacio.

La primitiva ciudad, dentro de la futura Roma, debió ocupar solamente las cimas de tres colinas y a la del monte Palatino, la más alta, se la llamó Roma Cuadrada (Roma cuadrata) por la forma de la colina, que era en aquella época un cuadrado irregular. Las puertas y los muros se conservaban aún en tiempos de los emperadores, y Tácito describe el muro del recinto palatino del lado del Aventino y de Celio. Numerosos vestigios indican que aquél fue el centro primitivo de la antigua Roma y sobre esta colina Palatina se encontraba el símbolo sagrado de la ciudad, el Mundus, lugar en el que cada uno de los primeros habitantes había depositado objetos de uso doméstico y un puñado de su tierra patrimonial. Allí estaba situado el edificio público en el que se reunían todas las curias, donde se conservaban los escudos sagrados de Marte, el santuario del lobo (lupercal) y la morada del sacerdote de Júpiter. Allí se mostraba a los romanos la cabaña de Rómulo, la choza del pastor Faustulus que lo alimentó en su infancia, la higuera sagrada en la que había parado la cuna de los gemelos Rómulo y Remo tras su abandono en el río y algunos otros “recuerdos”, y alrededor del Mundus se reunía el Senado, que más tarde se llamó Plaza de Apolo.

Conocemos vagamente los primeros tres siglos de esta ciudad, dado que los informes que nos pudieran haber servido para relatar estos años o fueron quemados por los galos de Brenno, que destruyó la ciudad de Roma en el 390 a.c. o el intento en épocas posteriores de dar a la ciudad un nacimiento divino, y todo lo que podemos contar proviene de autores muy posteriores y por ello, lagunas y leyendas difíciles de creer.