Leyenda de Hércules y Caco:
Esta leyenda es fundamentalmente romana y fue descrita por Virgilio, Tito Livio, Propercio y Ovidio para dar un comienzo divino a la ciudad de Roma.
Como ya se ha comentado anteriormente, tras una de las doce pruebas en la que Euristeo le ordenaba conducir las vacas de Gerión desde Eritia, isla próxima a Iberia y las columnas de Hércules, hasta Argos en Grecia, de regreso pasó por el Lacio con los bueyes y como encontró allí buena hierba para el ganado, las soltó para que pastaran y él, fatigado del viaje, se recostó entregándose al sueño. Cerca vivía un ladrón de esa región de nombre Caco que se encontró casualmente con las vacas que pastaban sin nadie que las vigilara y sintió el deseo de apropiárselas. Pero cuando vió a Hércules dormitando, pensó que el asunto era difícil de conseguir por lo que escondió algunas vacas en una cueva cercana, arrastrándolas por la cola a fin de que las huellas dejadas por los animales indicaran que se alejaban de la cueva, y así conseguir que cuando Hércules se despertara, seguiría la pista falsa, alejándose del lugar y así poder disponer de ellas más adelante, cuando el peligro hubiera pasado.
Cuando Hércules se despertó y reunió el rebaño, se dio cuenta que faltaban algunas y se dedicó a buscarlas. Al no encontrarlas, a pesar de que las huellas iban en sentido contrario, decidió examinar el lugar. Dirigiéndose hacia la cueva, se encontró a Caco en la entrada al que preguntó si había visto las reses, éste afirmó no haberlas visto y como Hércules solicitó pasar a la cueva para cerciorarse y Caco se lo negó, sospechando hizo conducir el resto del rebaño a la cueva. El olor de estas llegó a las reses cautivas y su mugido se convirtió en la prueba del robo. Caco, una vez descubierto, comenzó a pelear y pedir auxilio a los lugareños pero Hércules le dio muerte con la maza y tras sacar las vacas cautivas, destruyó la cueva para evitar que otros malhechores la utilizasen. Se lavó en el río para purificarse de la muerte cometida y erigió cerca del lugar un altar a Júpiter Inventor (Júpiter Descubridor) y sacrificó un buey como acción de gracias por el hallazgo de las reses.
El altar construído por Hércules estaba situado en la futura Roma, junto a la puerta Trigémina y los romanos mantuvieron el rito durante muchas generaciones. Cada año, tras la elección consular, los nuevos cónsules sacrificaban un buey blanco a Júpiter Capitolino mediante una serie de ritos similares a los que Hércules instituyó. Y en la zona donde realizó el sacrificio de las reses, Ara Maxima, se levantó el Forum Boarium o mercado de bueyes, plaza situada entre el Capitolio, el Palatino y el río Tíber.
Por esta leyenda, hoy día a los ladrones también se les denomina cacos.
Tras descubrir los lugareños el carácter divino de Hércules, lo agasajaron y rindieron honores y éste, admirado de la hospitalidad de aquellos hombres, les pidió que conservaran imperecederos estos honores sacrificando cada año una ternera no sometida al yugo (el hecho de no haber portado yugo era para aquella época signo de pureza) y celebrando la ceremonia según las costumbres griegas. Para ello eligió a dos familias ilustres de la zona para enseñarles los ritos, los Poticios y los Pinarios, cuyas familias continuaron durante generaciones cuidándose de estas ceremonias.
Dos generaciones más tarde y siempre siguiendo la leyenda, el rey Latino (algunos antiguos indican que era hijo de Hércules y la hija de Evandro, Lavinia) reinaba en aquella zona a la que estaba a punto de llegar un héroe de la guerra de Troya, Eneas.