Leyenda del rapto de las sabinas y la roca Tarpeya:
Pasó el tiempo y la ciudad ya disponía de un potencial bélico importante pero podía peligrar si no se establecían matrimonios para aumentar la población, dispuso la celebración de unos juegos en honor de Neptuno Ecuestre ( fueron los juegos Consualia que posteriormente se celebraron en agosto y diciembre en honor de Consus, dios itálico de la agricultura identificado con Neptuno como dios creador del caballo) invitando a todos los pueblos vecinos ceninenses, crustuminos, atemnates y sabinos de Cures. Acuden muchas personas atraídas no solo por la fiesta, sino la curiosidad por ver la nueva ciudad, hospedándose en casas particulares. Cuando la fiesta está en su máximo esplendor, y a una señal dada, las jóvenes que acompañan a sus padres y hermanos son raptadas por la juventud romana mientras los soldados toman posiciones para evitar su rescate por parte de sus familiares y ante esta posición de fuerza, se impone la escapada al no estar en condiciones de luchar.
En este rapto, Livio nos comenta que una de las doncellas que por su atractivo y belleza fue raptada por los hombres de un romano llamado Talasio, y mientras se la llevaban a su casa, muchos jóvenes preguntaban a quién se la llevaban, y por ello, mientras la llevaban iban gritando continuamente para evitarle daños “la llevamos a Talasio”. En las bodas romanas se gritaba “a Talasio” al convertirse en una costumbre rememorando el rapto de las sabinas, igual que el ceremonial de entrar en la casa con la doncella a cuestas tal como comento más adelante.
Una vez en sus respectivas ciudades, son los ceninenses los primeros en regresar a Roma para castigar el ultraje infligido, pero son derrotados siendo muerto su rey Acrón por Rómulo, que consagra las armas de su rival a Júpiter Feretrio al que jura edificarle un templo al lado de la encina sagrada, que reciba los despojos ópimos de los futuros reyes y jefes enemigos a los que venzan en futuras guerras. Los crustuminos y antemnates tuvieron la misma suerte y éstos debían ceder a Roma una tercera parte de sus tierras que pasaban a engrosar el ager publicus y sus habitantes pasar como peregrini y emigrar a Roma. En cambio, los sabinos de la ciudad de Cures se lo toman con más temple y astucia y prefieren prepararse para la guerra según el consejo de su rey Tito Tacio.
Tras varios meses,una vez se han preparado las tropas de Tito Tacio, este comienza su revancha sin dejarse llevar por la ira, y en secreto para evitar que los romanos conozcan sus planes. Para ello sobornan a una vestal llamada Tarpeya e hija del romano Espurio Tarpeyo, jefe de las fuerzas que defienden la ciudadela de Roma en el monte Capitolino, tras una salida de ésta fuera de los muros de Roma para recoger agua para las ceremonias vestales. Accede a dejar entrar en la ciudadela a algunos soldados pidiendo como pago que le den lo que porten en su brazo izquierdo ya que los sabinos acostumbraban a llevar en este brazo sus brazaletes de oro y sus anillos. Una vez dentro del recinto los soldados, Tarpeya muere aplastada por los escudos de éstos, que también es portado en la izquierda, para dejar sentado el precedente de que los traidores no debían confiar en los compromisos efectuados.
Los romanos posteriores le pusieron su nombre a un precipicio situado en las faldas de la colina Capitolina, de la que se desconoce su exacta ubicación aunque era visible desde el Foro, con un fondo de rocas en forma de sierra a la que llamaron Roca Tarpeya, y a la que arrojaban a los ciudadanos que por sus crímenes debían ser ejecutados. Curiosa leyenda puesto que el nombre Tarpeya es de procedencia etrusca.
Sigue Livio explicando que una vez conquistada la ciudadela, desde su posición ventajosa, los sabinos al mando de Metio Curcio luchan contra los soldados romanos a cuya cabeza está Hostio Hostilio. Comienza la lucha y los romanos son rechazados pero vuelven a la lucha tras la arenga pronunciada por Rómulo y Metio Curcio y sus soldados tienen que resguardarse en una marisma o pantano. Es en estos momentos en que las doncellas sabinas raptadas, con los cabellos sueltos y las vestiduras rasgadas se interponen entre ambos bandos suplicando a ambos ejércitos que acabe la lucha, alternan estas súplicas entre sus padres y sus maridos pidiendo que no se manchen con la sangre de un suegro o un yerno, que no mancillen con un parricidio el fruto de sus entrañas, sus nietos unos, otros sus hijos. Que si están pesarosos del parentesco que les une, que tornen sus iras contra ellas y las maten ya que mejor es perecer que vivir sin unos u otros, como viudas o huérfanas. Este gesto emociona a soldados y jefes, se hace el silencio y los jefes de ambos ejércitos se adelantan a estipular una alianza. No solo establecen la paz sino que se integan como un solo pueblo, sabinos y romanos tomando como nombre quirites pero desconocemos la etimología de esta palabra, no se sabe si por el dios Quirino, por la ciudad sabina de Cures de la que no hay pruebas arqueológicas, lo que sí es una realidad es que los romanos se dirigían a sus conciudadanos sin cargos públicos como quirites en todos los actos públicos.
Sigue la tradición explicando que la paz que sucede a la unión de romanos y sabinos vuelve más queridas a las sabinas raptadas y en honor a ellas, Rómulo al dividir la población en treinta curias les da el nombre de ellas. A continuación se crean tres centurias de caballeros, los Ramnes (compañeros de Rómulo), los Ticies o sabinos de Tacio y los Luceres de origen desconocido aunque diferentes hipótesis lo hacen derivar del nombre de un rey etrusco de la ciudad de Ardea, llamado Lucerus y de lucus. Ver Duruy pag 55 y apartado 8 sobre etruscos de Ardea y su asilo en Roma
Como recuerdo del combate entre romanos y sabinos, el lugar en el que el que puso el pie tras bajar del caballo Metio Curcio tras salir de la marisma se la llamó Lago Curcio ( Lacus Curtius ).
A partir de ese momento y siempre siguiendo la tradición, Rómulo y el rey sabino Tito Tacio ejercen el poder en común hasta que este rey es muerto en una revuelta en la ciudad de Lavinium a causa de un problema ocasionado tras el maltrato ocasionado a unos delegados de la ciudad de Laurentium.
De todas las tradiciones, la menos inverosímil es el rapto de las sabinas, acción frecuente en estas épocas antiguas. Esta violencia concuerda bien con la historia del asilo, los refugiados del Palatino secuestrando mujeres estaban en carácter y estas uniones eran adecuadas, hacían juego. El rapto de mujeres fue la forma primitiva del casamiento y su recuerdo se conservó hasta los últimos días de la Roma pagana en las ceremonias nupciales. La desposada era como arrebatada a la fuerza de la casa paterna, y se la levantaba para hacerla pasar el umbral de la casa conyugal ( este uso seguía utilizándose en algunas aldeas de Inglaterra, introducido por los legionarios romanos y hoy día es costumbre occidental levantar a la novia para entrar en la nueva casa de la pareja).